Introducción:
Somos lo que somos gracias a un proceso biológico que llamamos Selección Natural. La teoría de la evolución biológica por selección natural expuesta por primera vez por Charles Darwin (1859) es probablemente la idea más revolucionaria de la historia del pensamiento humano. Sorprendentemente, y a pesar de la importancia crucial que tiene para la comprensión de nosotros mismos como especie y de cualquier otra especie biológica, muy pocos seres humanos entienden realmente, o conocen siquiera, el mecanismo natural que nos ha creado. Nunca un concepto aparentemente tan simple fue tan difícil de comprender. Es como si la selección natural, al crear una especie inteligente como la nuestra, escondiera al mismo tiempo la lógica biológica elemental que hay detrás de su operación. Pero sospecho que la razón última por la que la selección natural no forma parte del bagaje cultural de toda la humanidad se debe a una resistencia activa hacia ella, pues la idea de la selección natural como fuente creadora del mundo natural nos obliga a despertar de sueños milenarios. El conocimiento sobre la selección natural no es neutro como pueda serlo el que un electrón tenga carga negativa o que haya una o cuatro fuerzas fundamentales. Detrás de la selección natural hay una visión del mundo que sacude lo más hondo de nuestras creencias y mitos recibidos culturalmente. La selección natural es revolucionaria porque nos dice que no somos especiales, porque nos pone en nuestro lugar en el orden de las cosas, de la naturaleza. Nadie mejor que Monod (1970) ha expresado ese impacto emocional que significa descubrir nuestra "soledad total, nuestra radical foraneidad, en un Universo sordo a nuestra música, indiferente a nuestras esperanzas, a nuestros sufrimientos, y a nuestros crímenes."
En este artículo se expondrán los conceptos básicos de la teoría de la
selección natural, situándolos en el contexto de la teoría neodarvinista de la
evolución. También se hablará de la descripción y medida de la selección en las
poblaciones naturales, ilustrándolo con un organismo modelo que ha sido
estudiado por nuestro grupo de investigación.
EVOLUCION Y SELECCION NATURAL
Evolución y selección natural son términos que suelen aparecer juntos, pero ambos conceptos ni son sinónimos ni están a priori necesariamente ligados. Las especies que ahora pueblan la Tierra proceden de otras especies distintas que existieron en el pasado, a través de un proceso de descendencia con modificación. La evolución biológica es el proceso histórico de transformación de unas especies en otras especies descendientes, e incluye la extinción de la gran mayoría de las especies que han existido. Una de las ideas más románticas contenidas en la evolución de la vida es que dos organismos vivos cualesquiera, por diferentes que sean, comparten un antecesor común en algún momento del pasado. Nosotros y cualquier chimpancé actual compartimos un antepasado hace algo así como 5 millones de años. También tenemos un antecesor común con cualquiera de las bacterias hoy existentes, aunque el tiempo a este antecesor se remonte en este caso a más de 3000 millones de años. Ahora bien, la idea de evolución por si sola es un concepto abierto, es una descripción mecánica de cambio que no dice nada acerca del motor o la fuerza creadora que subyace a la transformación. Así, en principio, la evolución puede estar dirigida por leyes inmanentes de la materia, o por una divinidad creadora, o por fuerzas ciegas, etc.
Podemos acotar el ámbito de los
posibles mecanismos evolutivos al considerar las producciones de la evolución
biológica. La complejidad es inherente a lo vivo. Cada organismo presenta
estructuras o comportamientos altamente improbables que le permiten auto
ensamblarse y perpetuarse fuera del equilibrio termodinámico, y no puede
explicarse por unión al azar de sus moléculas constituyentes. Esta complejidad
característica de los organismos vivos se manifiesta en forma de adaptaciones y
son, sin duda, el aspecto que más nos fascina cuando estudiamos cualquier
especie. La habilidad que muestran las arañas cuando tejen su tela, la conducta
rígidamente jerarquizada de una sociedad de hormigas, el camuflaje en forma y
color de muchas especies con su medio, la delicada complejidad de un ojo,...
Órganos, estructuras, conductas, suelen estar diseñados para la supervivencia y
la reproducción. Pero ¿cómo se producen? Darwin introdujo precisamente el
mecanismo de la selección natural para explicar las adaptaciones complejas y
características de los seres vivos. Consideremos la aportación de Darwin en el
contexto de la biología del siglo XIX.
En 1802 el teólogo W. Paley publicó la obra Teología natural, en la que argüía que el diseño funcional de los organismos evidenciaba la existencia de un creador omnisapiente. Según él, el ojo humano, con su delicado diseño, constituía una prueba concluyente de la existencia de Dios. Para los naturalistas que querían explicar los fenómenos biológicos por procesos naturales, explicar la adaptación, la maravillosa adecuación de los organismos a su ambiente, constituía el problema fundamental. El argumento del diseño de Paley tenía una gran influencia en los naturalistas del XIX, a pesar de que esta visión intervencionista violaba flagrantemente el concepto de naturaleza que se había establecido con el desarrollo de la física en los siglos XVI y XVII. Los fenómenos del Universo, según esta nueva concepción, eran explicables por procesos naturales. La naturaleza, per se, era un objeto lícito para preguntar y contestar científicamente. Con el Origen de Darwin se introdujo esta revolución en la Biología. Lo verdaderamente revolucionario en Darwin fue el proponer un mecanismo natural para explicar la génesis, diversidad y adaptación de los organismos (Fig. 1 y 2).
Fig. 2.- El gran reto de Darwin era explicar las complejas adaptaciones de los organismos vivos, como el diseño funcional de un ojo, por mecanismos naturales. La solución de Darwin fue proponer el mecanismo de la selección natural.
Para imponer su teoría de la evolución y de la selección
natural, Darwin tuvo que introducir una nueva forma de entender la variación en
la naturaleza, el pensamiento poblacional (Mayo, 1976). En el tiempo de Darwin
las especies se consideraban entidades fijase inmutables; representaban a un
tipo platónico, la idea perfecta de la mente de su creador. Las diferencias en
la forma, en la conducta, o en la fisiología de los organismos de una especie
no eran más que imperfecciones, errores en la materialización de la idea de la
especie. En contraste con esta visión esencialista dominante, la variación
individual, lejos de ser trivial, era para Darwin la piedra angular de la
evolución. La variación en el seno de las poblaciones de las especies es lo
único real, es la materia prima de la evolución, a partir de la que se va a
crear toda la diversidad biológica (Fig. 3). Son las diferencias existentes
entre los organismos de una especie las que, al amplificarse en el espacio y en
el tiempo, producirán nuevas poblaciones, nuevas especies, y por extensión,
toda la diversidad biológica.
Fig. 3.- Bajo la visión darwiniana, la variación es la única realidad de las especies. No hay un color de piel en la especie humana ideal o arquetípica. Cada individuo con su variación característica es un elemento esencial de nuestra especie
Desde el pensamiento poblacional la evolución se entiende
como un proceso estadístico de transformación de las variantes genéticas de una
población. El adjetivo genético aquí no es superfluo, ya que es sólo el
material genético lo que transmiten los organismos a sus descendientes. Bajo
esta perspectiva, la selección natural es tan sólo uno de los factores de
evolución, pues otros factores, tales como la deriva genética al azar, la
migración entre poblaciones, o la mutación genética, pueden también producir
cambios genéticos en las poblaciones. Sin embargo, la selección natural es el
único proceso conocido que permite explicar las adaptaciones de los organismos,
y por eso ocupa una posición central en la Biología Evolutiva.
Los principios de la selección natural
En esencia, la selección natural es
reproducción diferencial de unas variantes genéticas respecto de otras. Podemos
definirla más rigurosamente como el proceso que se da en una población de
entidades biológicas cuando se cumplen las tres condiciones siguientes: (1)variación
fenotípica entre los individuos de una población, es decir, los
distintos individuos de una población difieren es sus caracteres observables
-su fenotipo- presentando diferencias en su morfología, fisiología o conducta;
(2) eficacia biológica diferencial asociada a la variación; o
sea, ciertos fenotipos o variantes están asociados a una mayor descendencia y/o
una mayor supervivencia; y (3) la herencia de la variación, que
requiere que la variación fenotípica se deba, al menos en parte, a una
variación genética subyacente que permita la transmisión de los fenotipos
seleccionados a la siguiente generación. Si en una población de organismos se
dan estas tres condiciones, entonces se sigue necesariamente un cambio en la composición
genética de la población por selección natural. La selección es, por lo tanto,
el proceso que resulta de las tres premisas citadas. Y esto es lógicamente
cierto tanto en éste como en cualquier otro mundo imaginable.
Consideremos un ejemplo típico para ilustrar las tres
condiciones definidas. Supongamos que una población de polillas está formada
por individuos que son de color oscuro o de color claro. Como hay dos variantes
para el carácter color, se cumple nuestra primera condición de variación fenotípica.
Al seguir a ambos tipos de polilla a lo largo de su vida, vemos que en promedio
las formas oscuras dejan más descendientes que las claras. Este es el segundo
principio, una variante (la forma oscura en nuestro ejemplo) está asociada a un
mayor éxito reproductor que la otra variante. Pero esta ventaja de la forma
oscura no tendría ninguna trascendencia evolutiva si la variante oscura no
fuese hereditaria, o sea, si el ser oscuro o blanco dependiera enteramente de
factores ambientales, pues si así fuese los descendientes de individuos oscuros
no tendrían mayor probabilidad de ser oscuros que los descendientes de
individuos claros. Luego es necesario añadir el principio de la herencia de la
variación. Si el color oscuro está determinado por una variante génica (o
alelo), mientras que el color claro lo está por otro alelo distinto del mismo
gen, el que las formas oscuras dejen más descendientes significa que el alelo
oscuro aumentará su representación en la población de la siguiente generación,
y por tanto la selección natural aumentará la proporción de formas oscuras.
Resumiendo, la selección natural es el proceso dinámico que se da en entidades
con variación, multiplicación y herencia. Hay selección natural cuando unas
variantes genéticas se multiplican más que otras, y el resultado de dicha
selección es el aumento en la proporción de la variante que más se multiplican.
Este enunciado es tan obvio como el decir que si hay diferencias en velocidad
entre distintos objetos móviles, unos llegaran más lejos que otros, y sin
embargo pocos captan que aquí radica el secreto de la existencia biológica.
¿Por qué en esta población hay más polillas oscuras que claras? Porque se han
multiplicado más que las claras. ¿Por qué nosotros, y no el hombre de
Neandertal, ocupamos la Tierra? Porque nos reproducimos más que ellos. ¿Por qué
la mayoría de los insectos tiene dos alas en lugar de cuatro? Porque los
insectos poseedores de dos alas se perpetuaron más que los de cuatro. Me
replico, luego existo (en mí, o en mi descendencia), ésta es la máxima
darwiniana a la que ha de referirse en última instancia toda adaptación
biológica, la visión del mundo desde el prisma de la selección natural. La
razón de ser en la biosfera es la reproducción o supervivencia diferencial, y
nada más.
La selección natural explica las adaptaciones
En la sección previa nos ha quedado todavía una
pregunta clave que contestar. ¿Por qué unas variantes dejan más descendientes o
sobreviven más que otra? La respuesta a esta cuestión explica el porqué de las
adaptaciones. Sigamos con el ejemplo de las polillas, que muchos lectores
habrán reconocido que corresponde a un caso clásico de selección: el del
melanismo industrial de la geómetra del abedul Biston betularia. En
fecha tan temprana como 1848, durante la revolución industrial en Inglaterra,
los naturalistas notaron que en áreas industriales contaminadas, contrariamente
a lo que pasaba en zonas no industriales, las formas oscuras predominaban sobre
las claras. ¿Por qué las variantes oscuras dejan más descendientes que las
claras? En cuanto analizamos un poco el nicho ecológico de esta especie nos
percatamos de que son muchas las interacciones de todo tipo que pueden
determinar la eficacia biológica de una polilla. La capacidad de capturar
alimento, la evitación de depredadores, el éxito en el apareamiento de los
machos, la fecundidad de las hembras, etc., pueden ser alguno de los factores.
Quizá las hembras de color oscuro sean más fecundas que las claras. Parece poco
probable, sin embargo, que haya una relación entre el grado de pigmentación del
cuerpo y el número de huevos que pueda dejar una hembra. Quizá los machos oscuros
tengan más éxito en el apareamiento que los claros. Es posible. Un hecho
significativo es que el hollín de las fábricas mata los líquenes grisáceos‑claros
que habitan sobre la corteza de los árboles, donde estas polillas pasan gran
parte de su tiempo, y la ennegrece. Esta evidencia nos sugiere que quizá las
formas oscuras son menos conspicuas en el medio en que se desenvuelven (la
corteza de los árboles) que las claras, de modo que los depredadores (aves)
capturan preferentemente a estas últimas. Siguiendo este razonamiento, el
británico H. B. D. Kettlewell llevó a cabo una serie de experimentos que
demostraron que las formas oscuras se camuflan mejor de las aves depredadoras
que la claras en la corteza de los árboles, siendo favorecidas por la selección.
Por lo tanto, el color oscuro es una adaptación porque sus
portadores sobreviven más –son depredados menos- que los de color claro. Las
adaptaciones, esas propiedades de los organismos que tanto suelen fascinarnos,
son aquellas características que aumenta su frecuencia en la población por su
efecto directo sobre la supervivencia o el número de descendientes de los
individuos que la llevan. Las adaptaciones son pues un producto intrínseco de
la selección natural. ¿Qué determina el que una variante sea una adaptación? El
contexto ecológico de cada población. Así, mientras que las formas oscuras
están favorecidas en las zonas contaminadas, las formas claras, por el
contrario, son miméticas en las zonas no contaminadas, siendo aquí las
seleccionadas a favor. La adaptación no es una propiedad invariable, ni
absoluta, sino contingente, función de cada contexto ecológico. No existe a
prioriun fenotipo, una forma clara u oscura, mejor. Hay que acudir siempre
al contexto ecológico de cada especie para conocer la causa de una adaptación.
Y éste es otro aspecto esencial del darwinismo, la contingencia de sus
productos, su dependencia de los contextos ambientales por los que pasan las
especies a lo largo de su historia evolutiva y que son impredecibles a
priori (Fig. 4).
(a)
(b)
Fig. 4: El melanismo industrial en la polilla Bisto betularia muestra claramente el carácter contingente de las adaptaciones. El hollín procedente de las fábricas mata a los líquenes grisáceos‑claros que habitan en la corteza de los robles, donde estas polillas pasan gran parte de su tiempo, y la ennegrece.
(a) Las formas oscuras (o mecánicas) son menos conspicuas a los depredadores en
estas áreas y por eso son favorecidas por la selección.
(b) En las zonas no
contaminadas las formas claras son las miméticas y, por lo tanto, las
favorecidas por la selección. No existe a priori un fenotipo,
una forma clara u oscura, óptima. Tenemos que acudir al contexto ecológico de
cada especie o población para conocer la causa de una adaptación.
La selección natural es también oportunista y miope, pues selecciona aquella
variante que es útil en cada momento, independientemente de si esta selección
resulta ser contraproducente para la población en otro momento posterior.
Supongamos que las polillas claras acabaran desapareciendo en la población
contaminada. Si la zona dejara de estar contaminada en el futuro, la población
de mariposas oscuras que estaba adaptada a su medio pasa a convertirse en una población
en peligro de extinción, y sólo la migración de formas claras o la aparición de
un nuevo mutante de color claro evitaría su probable extinción.
La selección natural es acumulativa
Mucha gente no tiene problemas en aceptar que la
selección natural produzca pequeños ajustes adaptativos como el mimetismo del
melanismo industrial, pero les cuesta creer que la selección natural pueda
crear órganos de complejidad extrema como un ojo, formado por una serie
coordinada de partes que deben funcionar conjuntamente. ¿De qué sirve medio
ojo? ¿Cómo la selección natural puede coordinar estructuras tan heterogéneas en
un todo coherente y funcional? Este escepticismo se suele además acompañar con
argumentos probabilísticos que muestran la imposibilidad práctica de la
generación de ciertos órganos o estructuras. Por ejemplo, F. Hoyle, un famoso
astrónomo británico, dice que es tan improbable que una proteína de
hemoglobina, con sus 146 aminoácidos, sea formada de una sola vez por selección
como el que un huracán que arrasara un desguace de chatarra ensamblara un avión
Boeing 747 (Fig. 5). Calculemos la probabilidad de que por unión de 20
aminoácidos cogidos al azar se formara una secuencia de 146 aminoácidos
idéntica a la b-hemoglobina humana. Este número (el número de la
hemoglobina) es (1/20)146, o sea, una probabilidad de 1 en 10190.
Esta cantidad es muy superior al número de átomos que hay en el Universo y
muestra que es ciertamente imposible producir de una vez y por azar una
molécula de hemoglobina. El único problema con este razonamiento es que no
aplica a nuestro caso, porque la selección natural no produce las adaptaciones
en un solo paso. La selección natural es un proceso acumulativo que permite
incorporar pequeñas mejoras generación tras generación hasta obtener
estructuras muy complejas. Considérese la siguiente frase de la obra Hamlet de
Shakespeare: "Creo que es como una comadreja". La probabilidad de
obtener en un solo paso esta frase tecleando al azar una máquina de escribir es
una 1 en 1040 intentos. Pero si se simula el proceso como lo
hace la selección natural, es decir, seleccionando en cada intento la frase que
más se aproxima a la frase deseada, y generando nuevos cambios al azar en la
frase seleccionada, la frase buscada se obtiene en sólo 30 pasos.
Fig. 5: F. Hoy le afirma que es tan improbable que la selección natural cree una molécula de hemoglobina como que un huracán que pase por una chatarrería cree un Boeing 747. En su razonamiento considera erróneamente que la selección natural produce las adaptaciones de golpe.
Aplicando esta misma lógica, los biólogos suecos D. E.
Nilsson y S. Pelger (1994) han simulado la evolución del ojo de los vertebrados
y han estimado el tiempo necesario para su creación. Parten de un ojo primitivo
foto receptor, formado por tres capas (Fig. 6): una capa inferior opaca a
la luz, una capa intermedia formada por células fotosensibles, y una tercera
capa protectora formada por material transparente. Con este "ojo"
simulan una población original de individuos, y cada generación generan
pequeños cambios al azar que afectan al grosor de una de la capas o al índice
de refracción de una región local de la capa transparente. No puede haber más
que una mutación por ojo en cada paso. La variación producida en la calidad de la
imagen que se proyecta en la capa de células fotosensibles se puede determinar
con una ecuación óptica que calcula un número de calidad de la imagen. Si una
variante nueva produce una mejor imagen que la de la población se selecciona y
las siguientes mutaciones se hacen sobre la población con esta nueva variante.
Los resultados de la simulación fueron espectaculares. Si se producen cambios
del 1% de las unidades iniciales, en 1829 pasos se consigue, como por arte de
magia, un ojo en forma de cámara con lente de refracción (Fig. 6). ¿Qué
significa esto en número de generaciones? Considerando valores pesimistas de
coeficientes de selección (1%) y de heredabilidad (0,5) el número de pasos se
corresponde con 364.000 generaciones o años (si consideramos que el tiempo de
generación de estos animales primitivos es de un año). Esto es un instante de
tiempo comparado con la magnitud del tiempo geológico. La selección natural es
verdaderamente la fuerza creativa de la evolución.
Fig. 6: Serie evolutiva teórica de Nilsson y Pelger (1994) que produce un ojo de vertebrado. En menos de 1900 pasos con cambios del 1% en el grosor de las capas o del índice de refracción de la capa transparente es posible conseguir un ojo cameral a partir de una serie de células foto receptoras.
La medida de la selección en la naturaleza
La naturaleza es el escenario donde la selección
ocurre, y a pesar la complejidad inherente a su estudio, no hay alternativa al
estudio de la selección en la naturaleza si queremos saber la relevancia de la
selección en el día a día de las poblaciones naturales. Idealmente, la
selección en la naturaleza debería detectarse en acción, en el
mismo momento en que sucede. De este modo nos aseguramos que es la selección, y
no ningún otro proceso, la que tiende a alterar las proporciones de los
caracteres en una población. Un organismo suele presentar un ciclo de vida
complejo y el número de descendientes que deja a lo largo de su vida (su
eficacia total), es el resultado final de su éxito en las diferentes etapas de
su ciclo vital. Se pueden describir adaptaciones ‑estructuras y/o
comportamientos‑ para cada momento del ciclo vital, por lo que las etapas
pueden verse como unidades naturales de selección. Así, los caracteres sexuales
secundarios, tales como los grandes y complejos cuernos del ciervo común (Cervus
elaphus), se entienden como adaptaciones concretas para el apareamiento. A
las etapas sobre las que se puede definir un episodio o proceso de selección se
les conoce como los componentes de selección. Un componente de
selección típico es el éxito en el apareamiento o selección sexual en
organismos sexuales. Si uno o varios individuos aparean más que el resto de la
población, manteniendo igual todo lo demás (es decir, que los individuos que
aparean más no son, por ejemplo, más estériles que el resto), entonces estos
individuos dejarán más descendientes y sus caracteres heredables asociados al
éxito en el apareamiento incrementarán en la población. La selección operaría,
en este caso, sobre el componente éxito en el apareamiento. Otros componentes
típicos de selección son: la selección en viabilidad (la supervivencia
diferencial de ciertos fenotipos heredables en los estados que van de cigoto a
adulto), la selección en fertilidad (cuando uno fenotipos o genotipos producen
más cigotos que otros) y la selección genética (cuando unos gametos tienen más
éxito que otros al competir en la fecundación). Aunque estudiar componentes de
selección es relativamente fácil en el laboratorio, es un tema sutil y complejo
en la naturaleza, pues los componentes generalmente no pueden ser observados
más que momentáneamente y cierto retraso o adelanto respecto al momento en que
la selección actúa conducen a una mezcla de componentes indiferenciados.
El grupo de Genética de Poblaciones de la
Universidad Autónoma de Barcelona dirigidos por Antonio Fontdevila y Alfredo
Ruiz, han estudiado, entre otros, el componente éxito en el apareamiento en una
población natural del díptero Drosophila buzzatii. Esta especie se
distingue porque su nicho ecológico es muy específico, pues se alimentan y
crían principalmente en las palas y frutos en descomposición de chumberas del
género Opuntia (Fig. 7a). Este conocimiento del nicho
permite la obtención, directamente de la naturaleza, de muestras de individuos
en distintos momentos de su ciclo vital (Fig. 7). Así, de palas en
descomposición, se obtuvieron dos muestras distintas de la población. Una
formada por parejas que estaban copulando y otra formada por individuos
solitarios cogidos al azar al mismo tiempo en el que se muestrearon las parejas
(Fig. 7b). Las muestras representan a dos poblaciones, la población base,
formada por los individuos que son potencialmente capaces de aparear y la
población apareada, el subconjunto de individuos de la primera población que
efectivamente toman parte en el apareamiento.
(a)
(b)
A cada individuo de las muestras de las poblaciones base
y apareadas de D. buzzatii descritas se le midió el carácter
tamaño del cuerpo (midiendo la longitud del tórax) y se le determinó el
cariotipo cromosómico para su polimorfismo de inversiones (una inversión es una
mutación cromosómica que en las poblaciones de Drosophila suele
encontrarse en estado polimórfico). Se observó durante cuatro años consecutivos
que el carácter tamaño del cuerpo en D. buzzatiitenía una media
mayor en la población apareada que en la base (Santos et al. 1992). O sea,
cuanto mayor era un individuo, mayor era su probabilidad de pertenecer a la
población apareada (Fig. 8). Por lo tanto, en los momentos que esta
población fue muestreada podemos afirmar que hubo selección fenotípica asociada
al tamaño corporal en el componente éxito en el apareamiento.
El tamaño corporal se considera un predictor, al menos en
insectos, de la eficacia de los adultos. Hay una abundante evidencia que
muestra que el tamaño corporal está correlacionado positivamente con la
fecundidad, la longevidad, el éxito en el apareamiento y la resistencia al
estrés ambiental. De hecho, nosotros hayamos una asociación del tamaño con el
éxito en el apareamiento, la longevidad y la fecundidad. También se observó que
los individuos mayores eran portadores de la inversión cromosómica 2j (esta
inversión se encuentra en una frecuencia del 40% en la población estudiada;
Ruiz et al 1991, Barbadilla et al. 1994). Puesto que hay selección fenotípica
sobre el tamaño corporal, y una asociación entre inversión y tamaño, se espera
un incremento tanto del tamaño corporal como de la inversión asociada a mayor
tamaño. Sin embargo, el estudio continuado de esta especie durante varios años
no parecía indicar ningún incremento neto tanto del tamaño corporal como de la
frecuencia de la inversión 2j. ¿Cómo explicar esta aparente contradicción? Las
explicaciones pueden ser varias, una de las cuales es que haya selección
compensatoria para otros componentes no estudiados. La velocidad de desarrollo
parece una alternativa obvia. En Betrán et al. (1998) se puso a prueba y se
confirmó esta predicción. Se encontró una correlación negativa entre velocidad
de desarrollo y el tamaño corporal y a su vez se observó que los individuos con
la inversión 2j (de mayor tamaño) tenían una velocidad de desarrollo menor (o
tiempo de desarrollo mayor) que los individuos de menor tamaño asociados a la
ordenación 2st. Esto significa que los individuos mayores tienen más eficacia
de adulto pero tienen una tasa de crecimiento menor ya que se desarrollan más
lentamente. Así, la ventaja que tienen como adulto los individuos mayores la
pierden en velocidad de desarrollo. Este es un claro y bello ejemplo de
selección compensatoria entre componentes en la naturaleza.
CONCLUSION:
Propuesta hace 140 años por Charles Darwin, la selección natural es el concepto central de la teoría de la evolución biológica. A pesar de ello, la idea de la selección sigue siendo incomprendida por un gran número de científicos y pensadores. Es hora de asimilar en toda su extensión "la grandeza de esa visión de la vida" que Darwin nos invitó a descubrir. La selección natural es el proceso que se da entre entidades con variación, multiplicación y herencia; y un resultado intrínseco de esta dinámica es la producción de órganos, estructuras y conductas que están diseñados para la supervivencia y la reproducción. Los estudios de selección en acción en la naturaleza son imprescindibles para entender como la selección natural tiene lugar en el día a día de las poblaciones naturales.
Elaboro:
Cristian Lorenzo Briseño Rodríguez
Esteban Robles Rochin
Dayan Giselle Castellanos Ortega
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